Me inscribí a la conferencia atraída por su título, de nuevo se hablaba de comunidad, pero esta vez acompañada de un apellido, lazo social. Conferencia que abre con algo que me resonaba muy de cerca “Compartimos el sufrimiento del otro”, ¿qué nos convoca? , nos preguntaba Esteban Levin. Esto nos compromete. Ese es nuestro lazo social. No es casual que hayamos terminado dedicados a esta labor profesional, la de atender el sufrimiento emocional.

Se dio una vuelta al concepto de comunidad, “lo común también es lo diferente”. Nos detenemos en cosas de otro que no son las mías. Se sale de un concepto simplista de comunidad: la comunidad de los psicóticos o de los locos.

Hacer algo con otros es lo que da posibilidad de estar en comunidad y es lo que hacemos en nuestros recursos, no es poca cosa.

Sabemos que algo ocurre en la infancia de las personas a las que atendemos que hace que el lazo social se rompa o al menos quede muy dañado, por tanto hay que tener en cuenta la narrativa de vida. El problema añadido es que, en muchas ocasiones, con el lazo o junto a él, el lenguaje y la narrativa también están heridas. Por esta razón hay que ser sensible a lo que el docente llamaba “el grito del pez”, ser sensible al movimiento, a lo que no se ve ni se puede nombrar.

Me impacta la idea de que lo comunitario surge de ahí, de un sentimiento de compasión ante el dolor del otro, no es ni lo tuyo, ni lo mío, es lo que se da cuando se generan espacios de encuentro, porque ahí puede aparecer lo que el otro necesita, se construye con vacíos relacionales, lo que se tiene que perder para que algo suceda. Importante no dar todo, porque si no el otro no tiene que poner nada. Es importante que las personas sientan que lo que pueden producir provoca algo en otro.

Se nombra el ejemplo de lo que ocurre a veces con personas que llevan años en los recursos, las personas no están para pasar el tiempo en ellos, tenemos que hacer que el paso deje huella y, la huella es la ausencia de la presencia. Si no se persigue y se da esto, no hay cambios. Lo que me lleva a pensar, si en algunos de los casos la única forma de separación es la muerte o cumplir los 65 años.

Para acercarnos a esta idea de comunidad y, por tanto de lazo social, NO miramos hacia la patología, no trabajamos solos, contamos con un equipo y atendemos a familias, no solo personas individuales.

En definitiva, me quedo con la idea de la comunidad del encuentro, hacer algo juntos, tener en cuenta que atendemos a otro que es un sujeto diferente a ti, que no eres tú. Si no me conmuevo con el dolor del otro, lo excluyo, hay que estar formado para ello. Lo igualitario es lo diferente. Lo importante es lo que ocurre en medio de las actividades, lo que no se ve, lo que no es fácil de registrar: el grito del pez.

Un placer escuchar a Esteban Levin.

Leo Benítez. Centro de Rehabilitación Psicosocial «Alcorcón»

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