Tengo miedo, le dije al abuelo.

El abuelo Antón no decía palabra,

pero utilizaba su navaja.

Yo era un chiquillo aun con espumas en el alma.

Él era del campo, del cerdo y la matanza…

Su hijo me enseñó con la escopeta,

de perdigones era,

y yo mate al pajarillo de su casa.

¡Ya no fermentaría la levadura!

¡Ya no hay na que comer!

Me contó mi padre que enterraron

al borrico que me vio nacer.

Del Villar a Puertollano se extiende Castilla – La Mancha,

la Cándida y la Loren

vendían sandías y melones,

y el Antón: no pronunciaba palabra.

Sabia era mi abuela en el patio

con sus ochenta y pico años,

No tenía más que una china en sus zapatos.

Y el Antón no pronunciaba palabra.

¡¡¡Que ya cae la noche!!! Sacad las sillas

a las puertas de las casas!!!

El perro, la urraca y el último paseo

que yo recuerdo, nos llevó campo arriba

entre rocas y tierra,

y el hombre no abría la boca:

¡¡Qué simple era!!

De chaval me daba miedo la habitación de mis abuelos.

¡¡Quien fue, quien fui, quien fuimos!!

Una guerra entre dos bandos

En los pueblos se libraba

Y Antón por no perder la cabeza se cambió de bando:

De los republicanos a Franco.

Daba bellotas a sus cerdos

y hasta ovejas que recuerdo.

Se murió de un chupinazo.

¡¡¡Venid a velar al muerto!!!,

Cantó y lloró todo el pueblo!!!

Y el Antón se murió sin dejarme ni un secreto.

Con la madera en el saloncillo

y su telecilla de blanco y negro.

¿¿¿San Antón, por dónde vuelas???

Y por fin abrió la boca el abuelo:

Ven hijo mío a visitarme con los ángeles del cielo.

Ignacio Ruiz de la Mora

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