Elegí esta formación interesada por cómo llevar a la práctica algo relacionado con “lo comunitario”, “lo social”, que a estas alturas consideramos primordial, pero que en el trabajo cotidiano no siempre veo sencillo de aterrizar.

Como terapeuta ocupacional, mi trabajo aborda las actividades de la vida diaria que desempeñan las personas. Me llamó la atención que el objeto de estudio/intervención desde la Metodología PROCC fuesen los malestares de la vida cotidiana.

Parece a veces que lo que nombramos como cotidiano, de la vida diaria, de la rutina… se considera como algo poco relevante, no destacado. Desde mi profesión, entiendo que la vida diaria es LA VIDA, y me planteo ahora que los malestares de la vida cotidiana suponen buena parte del SUFRIMIENTO de las personas y son dignos de poder ser tratados.

El concepto de normalidad supuesta salud me interesó por la consideración social del malestar («malestares cotidianos que la gente sufre y habitualmente no analiza ni cuestiona porque los considera normales») y el lugar de imposibilidad en que deja a las personas (“No generan demanda explícita, no tienen interlocutor válido, para ellos no existe un campo de intervención específico y quedan incluidos en la cultura de la queja”.)

Hacer visibles estos malestares, intentar entender de dónde vienen, qué parte de responsabilidad hay individual y qué hay de lo social y sistémico entiendo que reorganiza las cosas y ayuda a ajustar las posibilidades de cambio. Tras el curso, no pocas veces me he replanteado de dónde vienen las dificultades de las personas con las que trabajo y también las propias, hasta qué punto estamos condicionados y funcionamos con esquemas preestablecidos que nos llevan de manera irremediable a sentirnos mal. Queda después cómo trabajar para traducir todo esto en cambios positivos, pero es al menos el primer paso del camino.

Alfredo Waisblat, que impartió el curso, a mi juicio estuvo en consonancia con la teoría que compartía, cercano, amable y transmitiendo con claridad los conceptos clave de la metodología.

La formación supuso para mí una aproximación a la metodología PROCC, que hasta ahora desconocía, que entendí como una visión compasiva y positiva de las personas y de la posibilidad de cambio individual y social. Abrió un camino; ahora sé de su existencia y dónde dirigirme para poder ampliar conocimientos.

Mª Inés Roldan, Centro de Rehabilitación Psicosocial «Hortaleza»

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