El curso “La familia como sistema” comenzó casi como un reto: solo 10 horas por delante para definir algo tan complejo como qué es una familia, qué tipos hay, cómo se estructuran y cómo funcionan y evolucionan éstas a lo largo de nuestro ciclo vital. A través de la pregunta inicial que nos hizo Silvia, nuestra formadora, “¿Con qué rol te sientes identificado/a en tu familia?”, partimos de la base en la que no hay un prototipo de familia, sino tantas como personas estábamos en el curso aquel día, a tenor de las diferentes respuestas que dimos.

La familia es considerada un sistema, un grupo de personas con las que se comparten vínculos, convivencia, consanguinidad, parentesco, afecto…  y como componente de la sociedad, pudimos ver que está condicionada por el contexto histórico, social y cultural en la que se desarrolla. Cada una de ellas establece unos mecanismos de funcionamiento concretos, con unas reglas y unos límites para sus miembros. Entender qué es una familia es conocer cómo funciona, comprender el concepto de sistema e identificar las particularidades de los vínculos que se establecen entre sus miembros. El enfoque sobre el que se presenta el curso, considera la familia como un sistema con identidad propia en la que cada integrante de la misma, interactúa con el resto de miembros y se influyen mutuamente.

En el caso de la población con la que trabajamos, debemos entender a la persona con problemas de salud mental en todo su contexto y no de forma asilada: Cuando alguien enferma, lo hace toda la familia. Desde hace más de 3 años (y con una pandemia de por medio, con todo lo que eso ha implicado) en el recurso residencial en el que trabajo estamos llevando a cabo encuentros periódicos con las familias de los/as usuarios/as. Desde la comisión de trabajo en la que organizamos dichos encuentros, reflexionamos sobre el papel que desempeña la familia en la vida del usuario/a y su implicación en el proceso de rehabilitación, tanto si está presente como si no. A lo largo de mi experiencia en este recurso, me he encontrado (desgraciadamente) en varias ocasiones con familias poco presentes en la vida de nuestros/as usuarios y también, con familias con cierto grado de toxicidad. El manejar la insatisfacción que producen este tipo de relaciones en éstos/as es de los aspectos más complejos que me he encontrado en mi trabajo.

Pero no me quiero quedar con algo que pudiera parecer negativo. En el último encuentro que realizamos con las familias, que fue hace pocos meses, pude ver cómo pueden estar presentes en la vida de su familiar de manera positiva, cómo la hermana de uno de nuestros residentes definía a éste con la palabra “amor”, cómo la madre de una de ellas nos emocionaba al compartir recuerdos del padre fallecido y cómo la hermana de otra nos contaba anécdotas de la niñez de ambas.

Loreto Cabrera. Pisos supervisados «Hortaleza»

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