Hace 17 años (éramos tan jóvenes) tuve mi primer contacto con el empleo con apoyo. Por aquel entonces, la después malograda Fundación Caja Madrid puso en marcha junto al INICO (Instituto Universitario de integración a la comunidad) el proyecto ECA. Un “experimento” (muy bien dotado económicamente) que pretendía demostrar que el empleo con apoyo era la herramienta más sólida, potente y a la larga más barata, de cara a la inserción laboral de personas con discapacidad. Y digo “experimento” porque la dotación económica llevaba implícita la obligación de validar con escalas de calidad de vida los resultados.

Lo que recuerdo más nítidamente de aquel tiempo fue el acompañamiento a Mario y Trini, dos personas con discapacidad, con muchas necesidades de apoyo y bastantes dificultades para conseguir y mantener un empleo. Nos dejamos la vida en Decathlon durante la campaña de navidad a razón de 5 horas diarias, 5 días a la semana. Casi toda mi jornada de preparador laboral la desempeñaba allí. Yo era literalmente su sombra (trabajaban con el peto característico de la empresa y yo les acompañaba de incógnito, de manera que nadie reparaba en mí). El trabajo era desmesurado, con mención especial a la montaña de ropa devuelta el día después de Reyes…una “pechá” a currar, vaya. Mi trabajo era acompañarles y apoyarles en la medida que iban surgiendo dificultades e ir retirándome poco a poco en la medida que ganaban autonomía.

Aún les veo de vez en cuando, ella trabaja desde hace tiempo en el Jardín Botánico y él en una empresa de jardinería. Aquella experiencia me convirtió para siempre al empleo con apoyo.

Con esta mochila profesional aterrizo en el curso de IPS (Individual Placement and Support), una metodología que bebe de aquel manantial, una especie de apéndice del empleo con apoyo cuya evidencia científica demuestra que las personas con trastorno mental grave, tienen el doble de probabilidades de conseguir un trabajo con IPS que con otras vías.

El curso ha estado orientado de manera específica al trabajo con jóvenes. En mi opinión, su gran fortaleza (en este desempeño nuestro que siempre “nos andamos pensando”), ha sido presentar sus principios metodológicos desde la evidencia científica. Criterios de exclusión cero, empleo ordinario exclusivo, apoyo individualizado e ilimitado, respeto a las preferencias de las personas… son cuestiones que, de una manera u otra, hace tiempo que se manejan en los recursos, pero también todos ellos son principios sobre los que en ocasiones divagamos sin llegar a establecer un criterio sólido (el ser humano es así. Yo concretamente hay días que pienso una cosa y al día siguiente, la contraria). Si IPS tiene unos principios establecidos que funcionan y sus resultados están validados científicamente, a priori parece un buen tren al que subirse.

Pero antes de ponerlo en marcha será necesario saber dónde están esos jóvenes (que haberlos, haylos), por qué no llegan a nuestros recursos y, sobre todo, saber por qué cuesta tanto vincular con los que finalmente llegan. ¿Empezamos?

David Sánchez Rates, Centro de Rehabilitación Laboral «Hortaleza»

Únete a la conversación

2 comentarios

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *