Colorear mandalas es una de las actividades predilectas de muchos usuarios en el espacio de bellas artes del Centro de Día «Leganés». Son bien conocidos los beneficios que genera colorear mandalas, a saber, contribuyen a aumentar la capacidad de concentración, facilitan un espacio proyectivo de la expresión emocional y tienen efectos calmantes que favorecen una mayor armonía psíquica. Pero quizá el beneficio más importante radique en que se trata de una actividad significativa para los usuarios.

A pesar de la significación de esta actividad, los mandalas tendían a acumularse, cientos de ellos, unos encima de otros, en las estanterías de la sala del centro; análogo a cómo la subjetividad, el mundo emocional y los proyectos de vida de muchos usuarios se ven arrinconados y se tornan invisibles para los demás. Cuando uno se convierte en el objeto de cura de las diferentes instituciones de atención, se corre el riesgo de que lo más singular y propio de cada uno desaparezca, desapareciendo así como sujeto. Una tarea fundamental en el Centro de Día se focaliza en poder rescatar la singularidad; al igual que no existen dos mandalas iguales, siendo cada uno único e irrepetible.

Se intentan generar oportunidades en las que los usuarios puedan tener experiencias de autoeficacia y éxito. Para que estas experiencias tengan sentido y valoricen narcisísticamente al sujeto, tienen que tratarse de trabajos con una finalidad o propósito, basados en necesidades reales, trabajos que sean lo menos artificiales posibles. Por ello, se propuso en la asamblea organizar un concurso de mandalas con el objetivo de cubrir una necesidad real: disponer del calendario 2021 para el centro.

Se crearon comisiones de trabajo, donde se organizó la difusión, montaje y exposición del evento. Los procesos de autogestión que subyacen tras estas comisiones se tornan importantes en la medida en que favorecen el sentirse parte de lo que se está construyendo (sentimiento de pertenencia) y facilitan los procesos de aumento de autonomía, imprescindibles para la emancipación. 

La exposición de los mandalas y las votaciones para el concurso tuvieron lugar en el parking exterior del centro que, a raíz de la pandemia, se ha transformado en un nuevo espacio de encuentro. El encuentro social adquiría un valor añadido por discurrir en unos tiempos pandémicos y navideños marcados por la soledad. De esta forma, se preservaba algo de los espacios culturales y sociales propios de esas fechas.

A pesar de la buena acogida, nos asombró la reticencia inicial de muchos usuarios a presentar algún mandala. Parecía que no se sentían legitimados para exponer sus producciones a los ojos de los demás o creían que los mandalas que habían realizado no tenían mucho valor. Paralelamente, las profesionales nos descubrimos con ciertas reticencias o ideas predeterminadas, cuando nos vimos sorprendidas ante las producciones tan elaboradas que habían presentado.

Fue una ardua tarea promover la implicación de los usuarios en la participación, requiriendo de un gran investimento de la tarea por parte del equipo. Sin embargo, desde que decidieron presentar sus proyectos, el espacio de bellas artes tomó otro sentido; aquello que estaban haciendo tenía una finalidad e iba a ser mostrado. El trabajo adquiría un valor social y la participación en una actividad propositiva revalorizaba a los usuarios, convirtiéndose ésta en una temporal ocupación significativa.

Finalmente, fueron muchos los que presentaron los dibujos y se elaboró un precioso calendario con los mismos. En la distribución de los calendarios, nos sorprendió la ilusión que generó a muchos usuarios, a pesar de las resistencias iniciales.

Esta experiencia nos invitó a pensar en varias cuestiones. Por un lado, no parece necesario realizar grandes eventos para que se favorezcan experiencias de éxito y de reconocimiento. Es en la propia cotidianidad, en esos pequeños rituales, rutinas y actividades del día a día de donde puede surgir algo insólito y, por tanto, una oportunidad para que tengan lugar esas experiencias.

Por otro lado, existir en el plano del ser no es una tarea fácil. ¿Quién soy? ¿Qué soy para el otro? Preguntas que intentan responderse con las identificaciones que uno va construyendo y que confieren un reconocimiento al propio ser bajo la forma de “yo soy ese”. Cuando existir en el plano del ser se torna espinoso y sufriente, queda la baza de poder existir en el plano del hacer, una vía que puede facilitar el reconocerse y ser reconocido por el otro como alguien valioso. 

 

Sara Martínez Urbano

Terapeuta Ocupacional. Centro de Día y Soporte Social «Leganés»

Miren Murgoitio Rodríguez

Psicóloga. Centro de Día y Soporte Social «Leganés»

 

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2 comentarios

  1. Felicitaciones por el trabajo realizado!.
    Me parece especialmente interesante el proceso llevado a cabo, frente al resultado estético obtenido y el medio para llevarlo a cabo (calendario, mandalas, etc).
    Me parece que es una lección a aprender. Mejorar el bienestar personal, calidad de vida y tantos otros conceptos que frecuentemente se utilizan a modo "técnico" pero vacíos de contenido, parece que tiene más que ver con un proceso en el que se está que con un resultado a alcanzar.

  2. Felicidades por la iniciativa, por compartirla y por ponerle palabras tan estimulantes. Nos gustará mucho seguir conociendo las cosas que hacéis y el impacto que tiene en las vidas de las personas que atendéis.

    Que la capacidad de asombro nos acompañe siempre en todo lo que hacemos.

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