Según alguno de los innumerables estudios que se realizaron a partir del confinamiento por la pandemia, el hábito de la lectura aumentó en gran medida durante el pasado año. Ni que decir tiene que disponer de tiempo por el abandono de otras aficiones siempre facilita retomar esas historias que se quedaron a medias. Pero sospecho que el motivo por el que muchas personas se acercaron, algunas por primera vez, a la fantasía (facultad humana de reproducir por medio de imágenes mentales, hechos pasados o futuros que se desea o no que ocurran) también tenía que ver con la posibilidad de transportarse a un lugar diferente, a una realidad que les ofreciera un rol alternativo.

Y es que viajar (con nuestro cuerpo o con nuestra imaginación) nos da la posibilidad de situarnos en otros contextos, de sentir como siente otro, de experimentar situaciones ajenas a la cotidianeidad, de establecer otras formas de relación, desplegando nuevas estrategias, y por eso nos enriquece.

Sin la posibilidad de hacerlo físicamente, atrapados en un microsistema reducido a la mínima expresión, a un cuarto no siempre propio, el macrosistema se tornó amenazante y peligroso, desapareciendo los espacios intermedios, lo comunitario, sustituidos por un oscuro vacío. Rellenar ese vacío se convirtió en una necesidad, en un anhelo por encontrar el puente que nos permite marchar y volver; alejarnos y diferenciarnos, sabiendo que podemos regresar. Bien dice la poeta Elvira Sastre que todos los viajes son de “huida y vuelta”.

Esta situación de confinamiento forzoso, nueva para la mayoría de las personas, no lo era tanto para algunas con las que trabajamos, familiarizadas con ese vacío. No es de extrañar, entonces, que parte de la sociedad echara mano de algunas de las estrategias que ya utilizamos en nuestros recursos y se atreviera a transitar por los puentes que ofrece la literatura.

En la Residencia «Parla» llevamos tiempo recurriendo a estos viajes literarios, y que pretenden llenar ese vacío amenazante, creando puentes con el afuera desde un espacio seguro. Hace ya cuatro años que comenzó el Club de Lectura, y cuando nos dirigimos a la sesión con el papel en la mano, siempre hay alguien que pregunta ‘¿A dónde vas con ese cuento?’, y alguien que responde ‘me voy con el cuento a otra parte‘.

Más información (texto redactado con motivo del primer aniversario).

José Manuel Álvarez de Prado. Residencia «Parla» Fundación Manantial

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